miércoles, noviembre 16, 2005

16/11

Sucedió que estaba sentado en la puerta de aquella asquerosa universidad,
cuando una chica vino y siguió con lo mismo.
Hablo de un par de cosas,
me pidió prestada una hoja de papel
y se marchó.
Era una chica que no conocía.
Yo prendí mi radio
y me puse a escuchar una canción de We all together
que no escuchaba hace tiempo
y que me hacía recordar a alguien en especial.
Miré el cielo
entre pálido y confundido,
con mi cabello sucio y un enorme barro
a la altura derecha de mi boca.
Luego volvió aquella chica
y siguió con lo mismo.
Yo no esperaba conversar con ella,
pero la chica me devolvió el papel y siguió hablando.
Era una chica delgada
de cabello corto.
Llevaba un saco gris a cuadros
y en conjunto
daba un aspecto en particular.
Ella dijo que no sabía,
que no le importaba,
que en el fondo sólo se quería marchar.
Yo la miré
con mis anteojos de resina photogray,
que con la luz del día se oscurecen hasta lo más hondo.
Entonces pensé que algo raro pasaba,
porque últimamente sólo se me acercan chicas así.
Siempre dicen que no saben,
que no les importa,
que en fondo sólo se quieren marchar.
Porque dicen que algo en este mundo las espanta.
Son siempre chicas con un especial sentido del humor,
y me buscan como si en la frente
tuviera escritos mis poemas.
No entienden que tanto da al cántaro al agua,
que se rompe.